Cuando le conocí no me enamoré como una perra de él. No me importaba. Sólo quería follármelo y contárselo a mis amigas.
Eso es lo que nos gusta a las tías; follar y hablar de follar. De eso y de fútbol. Aunque follar, a veces es más divertido.
Qué hijoputa, ¡cómo me hacía gritar!
Ahora el cabrón se folla a otra. Ya no hablo de él, porque ya no me come el coño. Ahora me follo a un camarero que tiene un pendiente en un pezón y un tatuaje cutre en el pecho y hablo de Cristiano Ronaldo con mis amigas. Creo que le quiero.
¡A Cristiano no, gilipollas!