XXIII – Plastificado

Tenía una planta de plástico en el salón de su casa.

Y un corazón también plastificado, como los libros que llevábamos al colegio.

Ella lo regó con sus besos e intentó no ahogarlo con mil caricias.

Le dio calor con sus abrazos y la luz de sus mejores palabras.

Un día, una flor brotó, tímida.

Era de plástico, mas una flor.

 

XX – El Reloj de Arena

Tanto le quería que su corazón se convirtió en arena, y con ella un reloj, que contaba los segundos que pasaban entre cada uno de sus besos.

Tanto la quería que el calor de sus besos convirtió la arena en cristal, y el corazón de ella se volvió frágil y duro.

 

XIX – Mayúsculas

Fue un martes, tal vez un miércoles, el día que descubrí que TODO ESTABA ESCRITO EN MAYÚSCULAS.

LOS PERIÓDICOS, LOS ANUNCIOS, MI CARNÉ DE IDENTIDAD Y HASTA LAS MULTAS DE APARCAMIENTO.

POCO TIEMPO DESPUÉS TODO EL MUNDO EMPEZÓ A HABLAR TAMBIÉN EN MAYÚSCULAS. LA SEÑORA QUE ME VENDE EL PAN E INCLUSO MI PROPIA MADRE.

OLVIDAMOS CÓMO EXPRESAR NUESTROS SENTIMIENTOS PERO, A CAMBIO, APRENDIMOS A MIRAR DENTRO DE LOS OJOS DE LAS PERSONAS Y leer su alma.

 

XVII – El spoiler

¡Maldita sea!

Sé que fue sin querer. Sé que fue un momento de exaltación, de esos en que la gente habla mucho y a veces se arrepiente después.

El caso es que ni deberían habérmelo dicho, ni yo debería haber escuchado.

Me contaron el desenlace de mi vida…

Ni inesperado ni sorprendente. Finalmente, el chico y la chica se enamoran y viven felices hasta que él (yo) muere…

Y sé que es mi vida y que la historia acaba bien (todas las vidas terminan de igual modo), pero sabiendo el final, ahora no tiene emoción vivirlo.

Igual me quedo en casa viendo un capítulo de Seinfeld.

 

 

XVI – Recorte del Yomiuri Shimbun

Científicos del TiTech (Tokio Institute of Technology) han sintetizado una nueva sustancia que modifica sus propiedades en función de las habilidades perceptivas del observador.

Las posibilidades de desarrollo de esta nueva tecnología son potencialmente ilimitadas y durante los próximos años seremos sorprendidos con nuevas e insospechadas aplicaciones para nuestra vida cotidiana.

Imagínese, por ejemplo, un libro cuyas páginas impresas tienen la propiedad de mostrar cuentos o poemas diferentes en función del estado de ánimo del lector.

Imagine también un televisor o la pantalla de una sala de cine fabricados con este sorprendente material. Cada persona vive una experiencia diferente en función de sus expectativas, sus miedos y sus deseos subconscientes.

Haga un último esfuerzo de imaginación y piense en un cd fabricado con esta asombrosa sustancia, o mejor aun, un grupo de músicos cuyos instrumentos emiten sonidos diferentes para cada uno de los asistentes a un concierto. Un concierto para una sola persona, para cada persona.

Gracias a Hiroshi 裕 por echarme una mano con la traducción.

 

XV – La flor del camino

Le dicen loca, pero ella sabe más de la vida que cualquiera de nosotros y nuestro mundo de sentimientos reprimidos.

Se enamora cada día, todos los días, del inmenso cielo azul, de esa flor colorada que asoma en un balcón de forja, de su vecino del piso de arriba, el que todas las mañanas pasa a su lado tarareando una canción en inglés y le dice «Buenos días Laura»…

Nunca se enfada y nadie la ha visto llorar, aunque algunas noches piensa en Sara y Manuel, los padres que ya se fueron, se pone un poco triste y se le escapa alguna lagrimita. Abraza la almohada, se duerme y sueña con ellos, sueños felices en los que su madre le cuenta cuentos de animales que hablan y cantan, como las personas.

Ha leído ya cinco veces todos los libros que tiene en casa, y su favorito es Platero y Yo.

«Qué pura, Platero, y qué bella esta flor del camino! Pasan a su lado todos los tropeles —los toros, las cabras, los potros, los hombres—, y ella, tan tierna y tan débil, sigue enhiesta, malva y fina, en su vallado sólo, sin contaminarse de impureza alguna.»*

No entiende todo lo que lee, pero cada vez que se sumerge en las aventuras de Salgari, o en los paisajes de Delibes, ella está allí presente, respira la brisa de los mares del Caribe, la jara y el tomillo del monte castellano y siente el cálido sol sobre su piel blanca.

Le dicen loca, pero la mirada de Laura sabe ver dentro de los hombres, llega hasta su última esencia, mezcla desigual de pureza y basura.

Ella no juzga. Sabe que cada hombre es como un libro, con una historia diferente, aunque todos tengan el mismo final, incluso el vecino de arriba.

Por eso, ella le sonríe, pero nunca le dirá que le ama.

* (Platero y Yo, Juan Ramón Jiménez – Capítulo L, La flor del camino.)

 

XIV – Crossroads

Un escalofrío recorrió su delicada silueta de bailarina. El tiempo lo había simplificado todo y finalmente reclamaba determinación.

Por un lado la seguridad de lo cercano, la tranquilidad que ofrece seguir el camino seguro.

Por el otro el cambio, la emoción de moverse en un escenario sin límites y llegar donde nadie ha llegado.

Después de darle mil vueltas en la cabeza sin hallar respuesta a su disyuntiva, decidió lanzar una moneda al aire y jugarse su destino a cara o cruz. En aquel momento no fue consciente, pero el mero hecho de dejar en manos del azar su futuro fue el primer paso de su nueva vida.